Desde hace algunos años, y en lo que ya se ha convertido en una celebración personal, nos hemos adentrado en el verano de la mano de Paffard Keatinge-Clay, en su refugio en la sierra de Mijas, cerca del paraje conocido como Valtocado.
Un reducto en donde este hermitaño monje arquitecto conjura a los espíritus de la renovación y del tiempo de la plenitud de la vida, en medio de este mapa cósmico viviente que es su casa.
Rodeados de estatuas, en las que cada una de ellas se guarda el secreto de la posición de una estrella o de un cambio estacional, levantamos nuestras copas para rendir tributo a los últimos rayos del día más largo del año, rodeados de amigos, compartiendo lo que cada uno trae, en medio de una quietud casi religiosa, interrumpida sólo por los sonidos naturales del fín de la jornada en los campos de labor.
Paffard contempla en silencio el grandioso espectáculo, y luego, en el círculo mágico tañe las esculturas de metal y a su llamada comienza la fiesta, los tambores, la noche que nos cubre y el fuego que nos acerca.
Feliz de compartir este día con nosotros, nos sentimos siempre honrados por su ofrecimiento, y de vez en cuando conversamos acerca del pasado, del presente y del futuro. Este guerrero poeta, renegó del mundo para abrazar la vida en su más universal acepción, sin dejar ni un momento de proyectar, de continuar un lenguaje arquitectónico ligado a la geometría de las estrellas.
Brindo contigo, Paffard, para celebrarlo también el próximo año!
